miércoles, 22 de septiembre de 2010

Reflexiones sobre una película: El Cid

En la última escena de la película El Cid dirigida en el 1961 por Anthony Mann y protagonizada por Charlton Heston, Sofia Loren, Raf Vallone, Ralph Truman, Genevieve Page y otras estrellas, el actor que representa el líder árabe en las afueras del bastión castellano en el sitio de Valencia y, a punto de iniciarse la batalla final que sellaría el destino de Al Andalus, exclama al ver la figura de El Cid, amarrado en su caballo, y a quien creían muerto, “entonces será una guerra de mi Dios contra tu Dios” refiriéndose al Dios árabe y al Dios de los cristianos.
A pesar de las licencias dramáticas que conllevan a imprecisiones, que sellan a la mayor parte de la filmoteca de películas históricas, no hay dudas de que en la actualidad voces fundamentalistas de religiones punteras están haciendo reclamos parecidos.
La reconquista de la península Ibérica fue en el 1492, cuando ocurre la desaparición del Califato de Córdoba y cuando empieza un avance firme, con los musulmanes perdiendo lugares hasta quedar reducidos al reino de Granada. Realmente el abismo de 518 años muestra la escasa evolución religiosa de la mente humana, partiendo del ejemplo de España. Luce un mal endémico. No hemos podido absorber los creyentes que, Abraham, Jacob e Isaac son ramas de un mismo árbol y claro de un mismo Dios llámese Ala o simplemente Dios.
Hoy en día un enfrentamiento religioso árabe-cristiano-judío va mas allá de un sitio determinado o unos miles contra otros miles, donde la máxima herramienta mortal era una lanza en diestra, una flecha, una espada o un balde de aceite hirviendo. Hablamos de toneladas atómicas capaces de destruir ciudades, países y continentes. Un enfrenamiento moderno finalmente terminaría en millones de muertos y una apestosa destrucción dirigida por radicales empecinados en mantener hegemonías descabelladas aun se trate de la divinidad.
Los que desearíamos una paz duradera, deberíamos ir pensando en cómo cada uno en su creencia forme grupos ecuánimes que frenen las cegueras de pasión que intentan hacer prevalecer determinados dogmas. En el caso nuestro de los cristianos, ¿Que se casen los curas?, pues el que lo desee que se case. ¿Que las mujeres puedan oficiar? Pues, ¿cuál es el problema? ¿Que el aborto pueda ser posible en caso de gravedad o partos resultantes de violaciones?, pues que así sea. ¿Qué el condón protege? Pues úsenlo. No entiendo tanto desgarre de vestiduras. Cabria decir el que “este libre de pecado que arroje la primera piedra”.
Y a los musulmanes que dejen esa supuesta llamada de conquistar el mundo. Espacio para todos pero imposición para nadie.
Por otro lado existe la necesidad de que los judíos entiendan que no habrá paz posible si Palestina no forma su propia nación pero esta ultima que reconozca la realidad del estado israelí.
Los estados seculares también tienen un rol y es de ser canales de equilibrio.
El mundo está repleto de problemas de enfermedades, escasas fuentes de educación de calidad, pobreza, desempleo, etc., etc. Concentremos toda la energía en resolverlos.
La guerra no es buena. Cada uno tiene el deber de evitarla frenando los caballos y los jinetes ciegos de “tu Dios o mi Dios”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario