Por allá por la edad media la ruta de la seda se
perfilaba sagazmente como el camino comercial entre continentes y los puestos
de vigilancia de Tamerlan cuidaban a los mercaderes. Desde China y Japón iba
mercancía a Génova y Venecia y desde
estos iba al Asia. Este intercambio se sabia vital para el funcionamiento
comercial de las regiones del mundo de aquella época. Con el crecimiento del
comercio empezaron a llegar no solo mercancías sino en los barcos que cruzaban
el Mediterráneo un agente secreto y mortal. Vemos entonces que a principios del
Siglo XIV ratas infectadas llegaron en estos barcos mercantes cargadas de
pulgas que llevaban la llamada peste bubónica que mató a más de un tercio de la
población europea.
Las ciudades mermaron la población. Ricos y pobres
sufrieron muertes y el movimiento a las zonas rurales creció. Como ejemplo
tenemos a Noruega donde la ciudad de Bergen importante puerto de la Liga
Hanseática quedo prácticamente vacío dada la emigración interna de la población
buscando escapar de un contagio y muerte segura. Las ratas avanzaron con su
carga mortal como un ejercito depredador dejando tras su paso muerte, terror y
llantos. Muchos culparon a los judíos de esta tragedia y fueron
perseguidos y asesinados salvajemente.
Siete siglos después surge amenazadora otra epidemia
mortal, el ebola. Ya no se trata de ratas infernales sino murciélagos que
al depositar sus excrementos en animales estos son trasmitidos a humanos y
luego entre nosotros mismos resultando al final una especie de red con vocación
mortal.
Sin embargo, existen claras diferencias entre ambas
pestes. La de la edad media entre los siglos XIV y XV encontró un mundo carente
de una ciencia medica avanzada. Esta ciencia medica se enseñaba todavía en base
a los escritos de los padres griegos de la medicina y específicamente
Galeno. La investigación no era conocida
y mas bien la practica se basaba en una serie de teorías sobre los humores que
en nada contribuían para enfrentarse a una calamidad como la llamada muerte
negra. Es luego de la tragedia cuando la
ciencia medica inicia su metamorfosis y apuntala hacia la investigación en el
Siglo XVI.
Con el caso del ebola nos encontramos con una ciencia
medica en fase muy avanzada dotada de laboratorios de investigación capaces de
encontrar formulas que eliminen directamente al virus y salven vidas como ha
venido sucediendo con los sueros de reciente desarrollo.
Lo importante es detener su crecimiento asegurando
que todo pasajero formal o informal (pateras en Europa) sea debidamente revisado
en cuanto a posibles muestras de enfermedades que insinúen contagio.
De ninguna manera pensamos que se debe bajar la
guardia pero lo que tenemos que tener claro es que entre ambas epidemias hay
una brecha científica inmensa que favorece a la eliminación de un virus mortal
que, como el ebola ha causado estragos en algunos países de África y obligado a
una acción internacional de precaución para evitar su propagación.
Mientras la medicina de investigación trabaja para
detectar un medicamento que combata el virus la preocupación mundial toma
cuerpo y lleva integrado a este cuerpo otro virus que es el espanto
psicológico. Las noticias sensacionalistas
no deberían tener cabida y más que nunca se requiere objetividad. Es sin duda
una enfermedad mortal pero ya varios casos han sido resueltos satisfactoriamente.
Confiamos en que pronto la ciencia medica vencerá este triste episodio humano. Importante
es asegurar que países carentes de los avances y recursos económicos de
naciones desarrolladas puedan recibir los anticuerpos a costos mínimos cuando estén
disponibles masivamente. Solo de esa forma podremos vencer el ebola en un mundo
interrelacionado como nunca antes.