sábado, 12 de junio de 2010

El Oriente Genial

Anoche en Santo Domingo tuvimos la oportunidad de disfrutar, en el Teatro Nacional Eduardo Brito, de la Gala de Ganadores del Concurso Internacional de Piano Van Cliburn. Esta famosa gala, que se presenta cada cuatro años en Santo Domingo, contó con tres geniales pianistas orientales: Yeol Eum Son, Medalla de Plata, oriunda de Corea del Sur, interpretó Rhapsody in Blue de George Gershwin; Haochen Zhang, Medalla de Oro, oriundo de China, interpretó el Concierto No. 1 en Si bemol menor, Opus 23, de Piotr Tchaikovsky y el excepcional Nobuyuki Tsujii, Medalla de Oro, oriundo del Japón. Este último, ciego de nacimiento, interpretó el Concierto No. 1 en Mi menor, Opus 11, de Federic Chopin con una dulzura y maestría que arrancó lágrimas y aplausos estremecedores de todo el público.
Se puede decir que los asistentes tuvimos el privilegio de oír, ver y disfrutar a tres colosos que elevaron a lo más alto de la cultura musical su brillantez y excepcional talento artístico.
Luego del concierto estuve pensando en todo el tremendo esfuerzo que estos jóvenes tuvieron que arremeter para integrar en su cultura personal figuras musicales ajenas a las suyas y llegarlas a dominar de manera tan magistral que han conquistado las grandes capitales de la musica en el Occidente. Pensé en la colaboración de sus padres que confiaron en el talento de sus hijos, en los profesores que les guiaron acertadamente y sobretodo en el ambiente educativo de cada uno de sus países que permiten que talentos de su categoría tengan la oportunidad de desarrollarse y descollar en el mundo artístico. Como ejemplo tenemos que en el caso de Nobuyuki Tsujii pudo mostrar su capacidad en el Concurso Musical para Estudiantes Ciegos de Japón donde obtuvo el primer premio.
Un país capaz de organizar concursos de este tipo es porque tiene elevado el techo cultural para que su población cuente con un capital humano de primer orden. Lo mismo podríamos decir de China y de Corea del Sur.
El caso de China es de interés particular. Luego de que Mao cerrara las puertas a la influencia occidental, entre lo que se incluyó obviamente la música, al iniciarse los cambios políticos luego de su muerte, surgió una explosión de interés por todo lo occidental.
La música no ha sido una excepción. Desde la presentación de la opera Turandot en el año 1998 en el Templo Tai Miao de lo que fuera la Ciudad Prohibida de Beijing hasta nuestros días la inclinación musical hacia lo occidental ha sido imparable. En ese país, rezagado musicalmente al compararlo con Corea del Sur y Japón, últimamente han surgido decenas de orquestas sinfónicas y con una población de mil millones de habitantes no podemos dudar que brotarán cientos de talentos musicales que irán arropando el firmamento mundial.
Así pues que luce que en el futuro el público de la música clásica será mayoritariamente oriental.
Mientras tanto aquí en Santo Domingo pudimos disfrutar de esta descarga de genialidad oriental gracias al apoyo de empresas como el Grupo León Jimenes y la Fundación Sinfonía que desde su creación hace veinticinco años ha venido ofreciendo en la República Dominicana una multiplicidad de artistas de renombre que han llevado un mensaje artístico de clase mundial.
Ojala y este tipo de eventos llegue alguna vez a contar con el pleno apoyo del estado dominicano y que las escuelas musicales florezcan para que dominicanos y jóvenes de talento en toda el área del Caribe (que si existen) puedan ampliar su marco de oportunidades y ganarse el mundo. Mientras tanto con honrosas excepciones nuestra región se aleja cada vez mas del oriente y su capacidad de alimentar culturalmente a sus pueblos.
Lo de anoche es solo una muestra de por dónde anda el oriente genial.

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