Escribió Alexis Carrel, biólogo y medico
francés que, “el sentido moral es de gran importancia. Cuando desaparece de una
nación, toda la estructura social va hacia el derrumbe”.
Hace poco leí el libro “A Spy at the Heart of the Third Reich” escrito
por Lucas Delattre. En resumen trata la
historia de un alemán que dentro del aparato burocrático Nazi toma la decisión
de combatir ese sistema y establece comunicación con los aliados en Suiza para
pasarles secretos del más alto nivel durante la Segunda Guerra Mundial. Consciente
de la persecución, torturas y asesinatos masivos cometidos por el régimen de
Hitler, la absoluta carencia de libertades y la política de eliminar “razas”
inferiores, es que Kolbe decide luchar
desde dentro de Alemania, primero formando grupos contrarios al régimen y luego
arriesgando su propia vida para terminar con un estado de cosas que a su
entender no representaba el alma de su patria.
¿Aun así, cómo podemos calificar una
persona que de alguna manera decide oponerse a su propio país revelando
secretos militares que provocaron muerte y destrucción a su nación con el fin
de acelerar la desaparición del régimen que la la gobernaba?
Este dilema que se le presentó a Fritz
Kolbe nos lo encontramos constantemente, claro la inmensa mayoría de las veces
o casi siempre sin los riesgos de perder la vida o ser torturados salvajemente
como podía hacerlo la Gestapo. ¿Donde
empieza la decisión moral y donde termina la fidelidad a determinada
causa?
Los seres humanos estamos llenos de
contradicciones pero dentro de nosotros tenemos valores que nos son inculcados
en nuestros hogares por parte de nuestros padres o tutores, por nuestros
maestros en la escuela, por el ambiente en que nos desarrollamos y por las
relaciones que vamos estableciendo en las distintas etapas de la vida. Estos valores son como especie de brújula que
llevamos dentro y nos guían instintivamente apuntando hacia caminos en nuestro
desempeño humano.
Creo que estos valores sembrados
hondamente en nosotros precisamente son capaces de poder deslindar lo moral de
lo patriótico o de la fidelidad cuando se dispara un elemento que no forma
parte de los insumos que recibimos en nuestro tejido social. El derecho de vivir, de expresarnos, de
respetar la vida, de ser honrados, etc.,
creo que fueron los valores que de alguna manera dispararon decisiones
como las tomadas por Kolbe en la Segunda Guerra Mundial y son los que
enfrentamos constantemente cuando actos reñidos con nuestras convicciones nos
llevan a reflexionar sobre caminos a seguir.
Al mismo tiempo pienso que personas que fueron formadas en ambientes de
violencia, de traición, de carencias extremas y de hogares desmembrados, son
generalmente (con las excepciones a toda regla) las que forman los grupos que
como los nazis fueron capaces de llevar al mundo a una tragedia que al final
produjo más de 40 millones de muertos y que vendieron una Alemania injusta.
Quizás es durante los grandes estallidos
que surgen casos como este y a modo de ejemplo me permito compartir este otro
que pude leer en el libro, “como el piloto
Franz Stigler que en su avión de caza Bf-109 (otro libro que recomiendo “A Higher Call” por Adam Makos) dirigió
hacia un camino de posible salvación al bombardero norteamericano B-17 piloteado
por Charlie Brown luego de que el aparato sufriera fuertes desgarros producto
del ataque de la Luftwaffe y del fuego terrestre de la defensa alemana.
Hoy en día atrapados por una corrupción
que arropa a varios países del mundo nos enfrentamos a lo que parece el fin de
la moral o el inicio de una distinta moral regida por antivalores. Basta leer la prensa local e internacional
para sentirnos vivir en un planeta distinto, con reglas desconocidas, con
personajes salidos de no se donde capaces de imponer criterios de vida ajenos a
los de personajes como Fritz Kolbe y Franz Stigler. Los llamados “baby boomers” no logramos
entender estos nuevos ríos que rugen por doquier ofreciendo un panorama triste
como si se estuviera hundiendo un barco y los salvavidas estuvieran disponibles
únicamente para los que tienen recursos para comprarlos. En mi
intimidad estoy convencido que esta ruta tiene fin y que el mundo tomará una
más brillante y prometedora para la humanidad.
Mientras tanto tenemos que decidir. ¿Que
preferimos ser Kolbe o Laval o Quisling?, para mencionar solo unos cuantos
casos de patriotismo positivo o negativo. He ahí nuestro dilema actual.
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