Hace unos días pasando por las paginas de Youtube me encontré con un documental
sobre el liderazgo de Roosevelt desde la Gran Depresión hasta el panorama bélico que
amenazaba la democracia en todo el mundo desde los centros del poder fascista
encumbrados en Tokyo, Berlin y Roma. Roosevelt tenia ante si una población que no
quería participar en otra guerra pero estaba consciente que el problema que enfrentaba el
mundo iba a requerir mas temprano que tarde del aporte industrial de los Estados
Unidos. Para lograr este aporte de forma democrática tenia que convencer a los
norteamericanos y a todo su tinglado industrial. Entre esta tinglado estaba un líder
industrial creador de la producción en linea y que contaba con unos recursos industriales
impresionantes.
Estalla la guerra
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Henry Ford era una figura casi mítica en Estados Unidos. Había transformado la industria automotriz con su línea de ensamblaje y convertido el automóvil en un símbolo del sueño americano. Pero también era un hombre de ideas polémicas. Durante los años veinte y treinta, Ford había publicado artículos abiertamente antisemitas en su periódico *The Dearborn Independent*, que luego reunió en un libro titulado *The International Jew*.
La Admiracion de Ford por Hitler
Su fama trascendió fronteras: Adolf Hitler lo admiraba profundamente. En *Mein Kampf*, el dictador alemán lo citaba como ejemplo de empresario nacionalista y eficiente, y en 1938 el propio régimen nazi le otorgó la Gran Cruz del Águila Alemana, la más alta distinción que Alemania concedía a un extranjero. Ford la aceptó con orgullo.
Por eso, cuando Franklin D. Roosevelt inició la movilización industrial en vísperas de la guerra, convencer a Henry Ford de fabricar armas para derrotar a Hitler parecía una paradoja imposible.
Roosevelt utiliza su poder de convencer
Roosevelt, hábil político y estratega, entendía que con Ford no podía ir de frente. En lugar de exigirle 'armas para la guerra', le habló en el lenguaje que Ford comprendía: el de la eficiencia productiva y la autosuficiencia nacional. Presentó el esfuerzo bélico como una empresa para defender la libertad económica americana frente a los regímenes totalitarios que amenazaban el mundo.
Mientras tanto, General Motors y Chrysler ya firmaban contratos millonarios con el gobierno. Ford empezó a comprender que, si se mantenía al margen, su empresa quedaría rezagada tanto económicamente como moralmente. La presión pública, la competencia y los incentivos federales —que garantizaban costos, materiales y beneficios— terminaron inclinando la balanza.
El hijo de Ford entendió el mensaje y el negocio (“business is business)
El punto decisivo llegó en 1941. Bajo el liderazgo del hijo de Henry, Edsel Ford, y del ingeniero Charles Sorensen, la compañía aceptó construir una planta gigantesca en Willow Run, Michigan, para producir bombarderos B-24 “Liberator”. Era un desafío colosal: aplicar la línea de montaje de los automóviles a la aviación.
En poco tiempo, la línea de Willow Run se convirtió en una hazaña técnica y organizativa sin precedentes: llegó a producir un avión cada hora. A medida que la guerra avanzaba, la Ford Motor Company fabricó miles de bombarderos, camiones y motores, convirtiéndose en una pieza clave del 'arsenal de la democracia' que Roosevelt había prometido al mundo.
Aunque Henry Ford nunca abandonó del todo su escepticismo hacia la guerra, el impulso del presidente había surtido efecto. Sin discursos ni imposiciones, Roosevelt logró transformar al empresario más obstinado —y paradójicamente, admirado por Hitler— en un engranaje esencial de la victoria aliada.
La fuerza del liderazgo de Roosevelt
La historia de Roosevelt y Ford ilustra cómo el liderazgo puede trascender las diferencias ideológicas más profundas. Roosevelt no doblegó a Ford con amenazas, sino que lo reencauzó con visión estratégica y pragmatismo moral.
Y Ford, el hombre que alguna vez recibió una medalla nazi, terminó ayudando a derrotar al mismo régimen que lo había honrado. En esa ironía se encierra una lección poderosa: en tiempos de crisis, incluso los espíritus más reacios pueden ser convocados por una causa mayor.
Cuando la inteligencia política se une al poder de la industria, la historia cambia de rumbo —como lo hizo entonces, desde las líneas de montaje de Detroit hasta los cielos de Europa.
Al final la paz volvió a Europa y Ford continua siendo un referente en la industria automotriz.
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