miércoles, 22 de julio de 2009

Cuando Cantaban las Marchantas de Santo Domingo

Una señal de cómo el comercio ha cambiado en apenas 50 aňos es el caso de las marchantas que en mi país, la Republica Dominicana, ofrecían sus productos pregonándolos con una especie de legato, “llevo gandules, llevo ají, llevo molondrones, llevo yuca, llevo batata, etc.”. Con sus grandes canastas en la cabeza, y sus ondulantes cuerpos tongoneándose por la carga y la cadencia de su voz, estas mujeres despertaban alegremente la ciudad alertando a las amas de casa sobre su oferta y recordándonos la hora de ir a escuelas y oficinas. Hasta mediados del siglo XX en la generalidad de los hogares la compra de alimentos se hacia diariamente salvo algunas familias muy acomodadas que podían conservarlos en amplios congeladores por varios días. Los supermercados no existían e independientemente de estas vendedoras folklóricas, los colmados eran la alternativa para la compra cotidiana de alimentos. Para los lectores internacionales explico que los colmados consisten generalmente en negocios familiares con la vivienda contigua o en la parte atrás del expendio. Venden productos enlatados, aceites y grasas comestibles, arroz, pan, víveres, dulces criollos, etc. Los colmados más grandes estaban en manos de ciudadanos españoles que habían inmigrado al país. Aplicaban a sus negocios una organización más moderna y disponían de una amplia oferta que abarcaba productos locales e importados de todo el mundo incluyendo los de mayor sofisticamiento del mercado. Para poder servir en la casa ciertos h-ordeuvres refinados era necesario comprarlos en estos “súper colmados”.

La ciudad era pequeña y prácticamente los jóvenes de la época podíamos caminarla con relativa facilidad salvo cuando íbamos al estadio de baseball que exigía transporte vehicular. Así pues íbamos a pie al cine y a las fiestas de los clubes de la época. El comercio se limitaba a unas pocas calles estando las tiendas de mayor prestigio en la chic calle El Conde, hoy convertida en peatonal pero sin la elegancia del Siglo XX y convertida en un bazar abierto de precios medios y bajos donde se acotejan tiendas de telas, zapatos y otros artículos y comedores al aire libre para turistas y criollos. De precios más módicos con una aspiración a la elegancia existían la Avenida Mella y la Avenida José Trujillo Valdés (padre del dictador Trujillo), hoy honrosamente Avenida Duarte en recordación al apóstol de nuestra independencia. De estas últimas calles hoy se encuentra deteriorada mayormente la Avenida Mella. La Avenida Duarte ha sido remodelada con una ventaja competitiva que consiste en el Barrio Chino. Sin embargo ambas calles continúan siendo lugares que ofrecen productos de precios bajos.

En cuanto a nuestras marchantas cantadoras estas iniciaron su repliegue histórico a ritmo lento pero impostergable con el surgimiento de barriadas y edificios de apartamentos alejados del centro y donde no podían llegar con su oferta. Las antiguas residencias se empezaron a convertir en comercios, oficinas, locales de partidos políticos, clínicas de salud, laboratorios médicos, y junto a este desbarajuste geográfico y hasta arquitectónico en algunos casos, otros cantos empezaron a surgir. Las motocicletas de mensajeros, los vehículos públicos y colmadones a diestra y siniestra, una mutación del colmado de antaňo con valores musicales agregados a todo dar, y una clientela variopinta.

A veces suelo cruzar por esos viejos espacios residenciales, sobretodo los domingos en la mañana cuando asisto a mi peňa de catarsis en el sector colonial frente a la antigua Catedral Metropolitana Santa Maria de la Encarnación Primada de America y me parece oír el eco de los cantos de las marchantas en medio de la nueva jungla que arropó toda una época. Es posible que hayamos progresado con centros comerciales y el marketing moderno con sus herramientas comerciales state of the art, pero un pedazo del corazón de mi generación murió con el inolvidable canto de las marchantas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario