miércoles, 12 de noviembre de 2014

De la Peste al Ebola.

Por allá por la edad media la ruta de la seda se perfilaba sagazmente como el camino comercial entre continentes y los puestos de vigilancia de Tamerlan cuidaban a los mercaderes. Desde China y Japón iba mercancía a Génova  y Venecia y desde estos iba al Asia.  Este intercambio se sabia vital para el funcionamiento comercial de las regiones del mundo de aquella época. Con el crecimiento del comercio empezaron a llegar no solo mercancías sino en los barcos que cruzaban el Mediterráneo un agente secreto y mortal. Vemos entonces que a principios del Siglo XIV ratas infectadas llegaron en estos barcos mercantes cargadas de pulgas que llevaban la llamada peste bubónica que mató a más de un tercio de la población europea.
Las ciudades mermaron la población. Ricos y pobres sufrieron muertes y el movimiento a las zonas rurales creció. Como ejemplo tenemos a Noruega donde la ciudad de Bergen importante puerto de la Liga Hanseática quedo prácticamente vacío dada la emigración interna de la población buscando escapar de un contagio y muerte segura. Las ratas avanzaron con su carga mortal como un ejercito depredador dejando tras su paso muerte, terror y llantos.  Muchos culparon a los judíos de esta tragedia y fueron perseguidos y asesinados salvajemente. 
Siete siglos después surge amenazadora otra epidemia mortal, el ebola.  Ya no se trata de ratas infernales sino murciélagos que al depositar sus excrementos en animales estos son trasmitidos a humanos y luego entre nosotros mismos resultando al final una especie de red con vocación mortal.
Sin embargo, existen claras diferencias entre ambas pestes. La de la edad media entre los siglos XIV y XV encontró un mundo carente de una ciencia medica avanzada. Esta ciencia medica se enseñaba todavía en base a los escritos de los padres griegos de la medicina y específicamente Galeno.  La investigación no era conocida y mas bien la practica se basaba en una serie de teorías sobre los humores que en nada contribuían para enfrentarse a una calamidad como la llamada muerte negra.  Es luego de la tragedia cuando la ciencia medica inicia su metamorfosis y apuntala hacia la investigación en el Siglo XVI. 
Con el caso del ebola nos encontramos con una ciencia medica en fase muy avanzada dotada de laboratorios de investigación capaces de encontrar formulas que eliminen directamente al virus y salven vidas como ha venido sucediendo con los sueros de reciente desarrollo.
Lo importante es detener su crecimiento asegurando que todo pasajero formal o informal (pateras en Europa) sea debidamente revisado en cuanto a posibles muestras de enfermedades que insinúen contagio. 
De ninguna manera pensamos que se debe bajar la guardia pero lo que tenemos que tener claro es que entre ambas epidemias hay una brecha científica inmensa que favorece a la eliminación de un virus mortal que, como el ebola ha causado estragos en algunos países de África y obligado a una acción internacional de precaución para evitar su propagación.
Mientras la medicina de investigación trabaja para detectar un medicamento que combata el virus la preocupación mundial toma cuerpo y lleva integrado a este cuerpo otro virus que es el espanto psicológico.  Las noticias sensacionalistas no deberían tener cabida y más que nunca se requiere objetividad. Es sin duda una enfermedad mortal pero ya varios casos han sido resueltos satisfactoriamente. Confiamos en que pronto la ciencia medica vencerá este triste episodio humano. Importante es asegurar que países carentes de los avances y recursos económicos de naciones desarrolladas puedan recibir los anticuerpos a costos mínimos cuando estén disponibles masivamente. Solo de esa forma podremos vencer el ebola en un mundo interrelacionado como nunca antes.